Negro, negro noche, negro oscuridad, negro nada.
Negro, ese es el color, ese y no otro, solo negro.
Negro no significa vacío. Las ventanas cerradas, igual que la puerta, una cuna de vieja madera y una oscura alfombra.
En la cuna duerme una niña bajo sabanas de descuidada seda, sus ojos están cerrados, su respiración es lenta y tranquila, pero a penas se escucha en el silencio de otro mundo que reina en el cuarto.
El sonido de las campanas se cuela por las paredes de piedra, –din, din, din- dan las doce en el reloj de la torre.
El silencio es roto por una tos seca y un llanto.
La niña llora y agita sus delicadas manitas en el aire, la tos dificulta su tarea.
Una sombra se escurre en el cuarto. No ha abierto la ventana, ni tampoco la puerta, pero ha entrado y se mueve sin hacer ruido hacia la cuna.
Con su traje de oscuridad la sombra se inclina sobre la cuna y coge a la niña entre sus delgadas y pálidas manos.
Todo vuelve a ser silencio, la sombra se ha ido con una niña entre sus manos.
Un llanto rompe la noche, pero no es la niña quien llora.
No es infantil ni cansado, sino maduro y lleno de dolor.
Hay una mujer junto a la cuna, sostiene una niña en sus brazos. Las lágrimas corren por sus mejillas.
Está llorando.
Negro, ese es el color, ese y no otro, solo negro.
Negro no significa vacío. Las ventanas cerradas, igual que la puerta, una cuna de vieja madera y una oscura alfombra.
En la cuna duerme una niña bajo sabanas de descuidada seda, sus ojos están cerrados, su respiración es lenta y tranquila, pero a penas se escucha en el silencio de otro mundo que reina en el cuarto.
El sonido de las campanas se cuela por las paredes de piedra, –din, din, din- dan las doce en el reloj de la torre.
El silencio es roto por una tos seca y un llanto.
La niña llora y agita sus delicadas manitas en el aire, la tos dificulta su tarea.
Una sombra se escurre en el cuarto. No ha abierto la ventana, ni tampoco la puerta, pero ha entrado y se mueve sin hacer ruido hacia la cuna.
Con su traje de oscuridad la sombra se inclina sobre la cuna y coge a la niña entre sus delgadas y pálidas manos.
Todo vuelve a ser silencio, la sombra se ha ido con una niña entre sus manos.
Un llanto rompe la noche, pero no es la niña quien llora.
No es infantil ni cansado, sino maduro y lleno de dolor.
Hay una mujer junto a la cuna, sostiene una niña en sus brazos. Las lágrimas corren por sus mejillas.
Está llorando.
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