Desde hace ya casi diez años, Lucía
pasa sus horas muertas completando un viejo puzle de 3640 piezas.
Todo empezó un día, cuando aún era estudiante, en el que encontró
uno de esos minúsculos fragmentos encima de una mesa de la cafetería de su
facultad. Parecía estar ahí por casualidad, esperándola justo a ella. Junto a
la pieza, un pedazo de cielo azul, una nota decía: "Para quien lo encuentre:
¿Aceptas el reto de construirlo entero?" Ella, intrigada, se la guardó en el
monedero y escribió debajo de la pregunta un simple "Sí".
Durante los siguientes años las notas se fueron sucediendo con
puntualidad diaria, sin excepción alguna. Cada una contenía una pista que le
iba llevando hasta el siguiente pedazo del complejo puzle.
Con el tiempo, aquel rompecabezas de cientos de piezas, se ´fue convirtiendo
en su mayor obsesión e, iba con ella a cada casa a la que se mudaba.
Ya han pasado diez años, ahora es una mujer de unos treinta años,
tiene un novio que la quiere y un trabajo que le apasiona. Aun así ese puzle
sigue siendo su principal inquietud. No solo desea terminarlo al fin, sino
descubrir quien se esconde detrás de tan misterioso juego.
Poco a poco, conforme fue encajando las diferentes piezas, ante
ella comenzó a dibujarse una fotografía. En la imagen, una adolescente
sonriente miraba a la cámara con un hermoso cielo azul al fondo.
Hoy, ahora que solo le queda por unir el último fragmento, después
de 3640 días, está segura de saber quién se esconde tras el misterio, hace
tiempo que lo sospecha, pero no ha querido preguntárselo para no romper la magia.
Junto a la última pieza pudo encontrar una cajita cerrada y las
instrucciones de abrirla solo al completar el rompecabezas.
Ante ella, por fin, el puzle completo, con sus 3640 piezas.
Se aleja para contemplarlo tras depositar, con una delicadeza
excesiva, el último fragmento en su lugar. Sobre la mesa se expone una vieja
fotografía, su fotografía, la imagen de aquella alegre adolescente bajo ese
cielo azul. En la parte inferior del puzle, donde termina la imagen, una pregunta
escrita con una caligrafía que conoce muy bien, aunque ese difuminada por las
divisiones de las piezas del puzle.
-Siempre supe que llegaría este día -Comenta él tras entrar en la
habitación sin ser detectado.
Lucía se gira sin saber bien cómo reaccionar.
Él lleva diez años, diez años preparando ese día, desde antes
incluso de que empezasen a salir, desde que eran solo dos simples desconocidos
que coincidieron en la misma facultad.
-Sí -logra decir al fin- Mi respuesta es Sí. Claro que quiero
casarme contigo.