La
lluvia empaña el cristal, gotas que resbalan hasta el lejano suelo por la plana
superficie.
Unos
ojos del color del agua miran la lluvia caer al otro lado de la ventana.
Un
suspiro empaña el cristal, suspiro de desesperación y tristeza, suspiro de
soledad y dolor.
Una
melodía lenta y melancólica suena de fondo.
La
soledad invade el dormitorio, soledad que en silencio va invadiendo todo el
cuarto hasta ser lo único en habitarlo.
El reloj marca los segundos, eternos uno a uno
se van sucediendo y el tiempo va avanzando aunque pueda parecer imposible.
Una
mirada al teléfono que descansa inmóvil sobre la mesa, una mano lo toca, luego
retrocede dudosa.
Otra
vez lo llorosos ojos miran la calle que hay mas allá de la ventana, tan
silenciosa como antes, nadie camina por la estrecha acera, los coches están
quietos en sus aparcamientos y solo los árboles se mueven con el viento.
Va
transcurriendo la tarde como finalizó la mañana, todo igual en cada instante,
nada es distinto con cada movimiento del reloj.
Otro
suspiro cae sobre el cristal.
Los
ojos de agua se cierran cansados ya de esperar…
Un
sonido diferente del resto acaba con la angustiante calma de la habitación.
¡Es
el teléfono!
La
mano rápida coge el teléfono antes de que pueda volver a sonar.
-Hola
–dice una voz al otro lado.
No
sabe que responder, se ha quedado sin palabras.
Finalmente
un tímido hola sale de sus labios.
-¿Puedes
hablar? –pregunta él.
-Si.
-Me
gustaría poder hablar contigo en persona, es importante.
-Ya
–susurra ella.
-¿puedes
quedar?
-¿Ahora?
-Si.
-¿De
verdad quieres verme?
-No
te hagas de rogar, por favor.
Su
corazón se ha acelerado y ella cree que se le va a salir del pecho.
-¿Donde
nos podemos ver?
-¿Te
paso a buscar a tu casa?
-Pues…
-Lo
que tú quieras, solo era una sugerencia.
-No,
no me importa que vengas, ¿Cuánto tardarías?
-Una
media hora.
-Te
estaré esperando.
Con
mano temblorosa cuelga el teléfono.
¿Qué
podría ponerse?, no puede ir de cualquier manera.
Elige
una sencilla camisa verde con una mariposa plateada y debajo reza: “free as a butterfly”.
Escoge de entre su armario una mini falda vaquera y unas finas medias. De
calzado unas botas altas de piel marrones y de peinado se deja el pelo suelto.
Satisfecha
con su aspecto se mira en el espejo.
Antes
de poder decidir si su aspecto es realmente el mejor alguien llama a la puerta.
Baja
corriendo las escaleras y casi se cae por las prisas.
-Hola
–saluda al abrir la puerta.
-Estas
guapísima.
-No
exageres, estoy a medio arreglar.
-No,
estás perfecta. ¿Nos vamos?
-Si.
Cierra
la puerta con llave y ambos se alejan de la casa.
Permanecen
un rato en silencio sin saber bien que decir.
No
muy lejos de allí hay un parque con columpios.
Ella
se sienta en un columpio y él se apoya a su lado.
La
lluvia les va mojando, pero no les importa.
-¿qué
era eso tan importante que querías decirme? –pregunta ella.
Él
enrojece y se queda sin palabras.
Ella
le mira y sus miradas se cruzan un instante.
-Esto…,
-comienza él- quería decirte que…
Las
palabras mueren en sus labios, no sabe como decírselo, solo mirarla le deja sin
palabras.
Ella
suspira esperando que él hable, no quiere ser ella la primera en hablar.
-No
se como decirlo –murmura él.
Ella
sonríe.
-Sabes,
me gustas mucho –confiesa sin mirarla- y bueno yo…
El
corazón de ella se acelera y casi se cae del columpio, menos mal que él está a
su lado y la sujeta para que no se caiga interrumpiendo su frase a mitad.
Ella
se sienta bien de nuevo y clava sus ojos de agua en los de él sosteniéndole la
mirada hasta que él desvía la suya.
Ella sonríe.
-Tú
también me gustas –susurra casi al aire, pero él la ha oído y es quien sonríe
ahora.
Él
coge sus manos entre las suyas y levanta la vista hacia sus hermosos ojos.
Ella
intenta no bajar la vista y concentrarse en su mirada.
Ambos
sonríen bajo la lluvia, pero no parece importarles.
Los
segundos pasan despacio, el tiempo casi se ha detenido.
El
acerca sus labios hasta rozar los de ella.
El
mundo se detiene.
Hay
dos enamorados en un parque abrazados en un columpio bajo la fría lluvia de un
día de invierno, el tiempo se ha detenido como si de una postal se tratase, una
foto en tres dimensiones.
Un
beso los traslada al cielo, por encima de las blancas nubes, sellan su amor con
sus labios como se cierra un trato con las manos.
Juntos,
por fin juntos, y hasta que el amor se acabe no se separarán más.