viernes, 22 de febrero de 2013

Ver para poder (fragmento inicial)



Recuerdo el día que nos conocimos: Tú apenas tenías cuatro años y estabas muy ilusionada con la idea de tener una nueva compañera de juegos.
-¡Un hada! –exclamaste entusiasmada.
Te pasaste el día haciéndome toda clase de preguntas sobre mi especie.
No tardamos en hacernos inseparables amigas y ya desde el primer día me convertiste en tu sombra.
Hace dos años te regalaron una perrita westie a la que llamaste Rubí y con la que tengo que compartir tu amistad desde ese momento.
El día ha amanecido caluroso, ideal para estar en la calle, pero hoy tienes que ir a clase.
Salimos de tu casa poco después que el sol, por lo que apenas había gente en la calle.
Caminamos en silencio como siempre hasta la parada del tren más cercana, un elevador cuya puerta de entrada está bien disimulada en la pared. Tú colocas una tarjeta rectangular de  pequeño tamaño, más o menos como la palma de tu mano, en un ladrillo diferente al resto y la entrada al ascensor se abre ante nosotras. Subimos hasta el último piso, junto al tejado del edificio. Ante nosotras se encuentra una acera flotante tan ancha y larga como la que hay a ras de suelo, pero en vez de terminar en una carretera, termina en una vía de tren flotante. Junto al ascensor, una señal anuncia que trenes son los que paran en ella y un cartel electrónico anuncia cuanto tiempo queda de espera para el siguiente tren de la línea.
Puntual, como cada día, el tren de la línea diez se detiene ante nosotras.
Tú te sientas junto a la ventana, mientras yo prefiero el suave lomo de tu inseparable perrita Rubí.
Tras tres cuartos de hora de viaje por fin llegamos a nuestro destino: la universidad de magia de Melop (también conocida como UMM).
Al bajar al andén nos reunimos con tu amiga Kita y su hermano mellizo Alec.
-Hola Aloa –te saluda kita.
-Hola Kita- le devuelves el saludo.
Alec se despide de vosotras y se marcha en sentido opuesto al que tomamos nosotras.
La facultad de Historia y Derecho mágico es un edificio de piedra lacada y pintada de blanco con grandes cristaleras y varias torres cuadradas, de unos cinco pisos de altura cada una, que se extienden a lo largo de un pasillo central de tan solo dos plantas. En mi opinión un desperdicio del espacio.
Por el camino hasta vuestra clase habéis estado ablando de esto y de aquello, pero de nada en concreto al final. Pero al entrar en el aula el tema de conversación cambia de golpe, pues el tema del día es uno bien concreto.
Tú dejas a la pequeña Rubí atada con su correa a una pata de tu mesa antes de sentarte en la primera fila.
-¿Viste el discurso de Chryso Nair de ayer? –te pregunta un muchacho que se ha acercado a nosotras.
-Si, fue impresionante, la verdad es que dió en el clavo –le responde Kita.
-Yo no lo vi –confiesas tú.
-¿No? –el joven parece claramente sorprendido.
-Al parecer la familia de Aloa no soporta a ese hombre –le aclara Kita.
En ese momento entra la profesora y todos los alumnos se sientan en sus respectivos sitios.
La primera clase del día siempre es la más aburrida, pero se hace mucho más insoportable si se trata de “Derecho mágico en la antigüedad”, y más si la imparte Dalis Venat, una mujer de bastantes años que tiene fama de dormir a cualquiera que la escuche. Aunque las persecuciones de los magos y, sobretodo, sus tretas para escapar de la justicia de esa época fuese emocionante, esta asignatura trata el tema de forma bastante teórica y por tanto es bastante insoportable.

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