miércoles, 30 de enero de 2013

fragmento de la pintora del agua



La luna brillaba sobre el agua, redonda y blanca, las estrellas, puntos de luz sobre el manto del lago, eran manchas de pintura sobre la superficie. El azul se mezcla con el negro y el oscuro verde de los árboles.

Sobre esa blanca luna que coquetea en el paisaje hay una sombra en forma de barca y persona.

Acerquémonos un poco más a ver que hace.

La luna es ahora más grande, se ve la figura inclinada en el borde de la barca, parece mirar el agua que es reflejo del cielo.

Bajemos de los árboles que rodean el lago, pero no hagas ruido, no sea que nos descubra.

Desde el borde de la barca se ve que se trata de una niña, está mirando la luna bajo ella.

En la barca hay también dos remos y un libro abierto por una pagina llena de puntos y palabras.

Apoyada en la pared de la embarcación hay una mochila, seguro que allí guardaba el libro.

No hay nadie más, solo nosotros y ella.

Me dices que no la ves, me olvidaba de tu ceguera. Te la describiré entonces.

Es alta, aunque esté inclinada eso se nota, y  delgada como un fideo. Su pelo es largo y cae sobre sus hombros como una ondulada cascada que parece imitar el color de las estrellas. Sus ojos desde aquí no se ven, pero seguro que tienen una mirada curiosa, llena de vida, capaz de atravesar el espejo que a sus pies se extiende.

¿Qué dices?, ¿quieres hablar con ella?, ¿te gustaría conocerla?

Sabes que no podemos, eso nos está prohibido, no podemos acercarnos más.

¿Qué yo si puedo?, pero soy un pájaro, no me entendería.

La chica ha cogido los remos, ya no mira esa masa de colores bajo ella, ahora navega tranquila hacia la orilla.

No nos ha visto, a ti no puede verte, a mi…, en mi no se ha fijado.

La barca se detiene en la orilla.

¿Por qué insistes en seguirla? No deberíamos hacerlo, no estaría bien.

 No insistas tanto y no pongas esa cara, no me vas a convencer.

¡Ay!, vale, cederé, pero quita esa carita de pena.

Ven, vamos, se ha ido por ese camino que entra en el bosque.

Se ha llevado la mochila y el libro, ha escondido la barquita entre los juncos.

Date prisa, no la vayamos a perder.

La noche está llegando a su fin, ya empieza a clarear en el horizonte sobre los verdes y altos árboles.

Salta, brinca de un árbol a otro, no te quedes atrás. Ella no va deprisa, pero tú…, a ti te ganaría una tortuga coja.



Llegamos a un pequeño pueblo, ya casi es de día, ella camina por la calle hasta una casa de blancas paredes y tejado rojo. Se ha detenido.

¿Quieres que nos acerquemos?, ¿si?, pues echemos un vistazo.

La puerta se ha abierto, alguien está al otro lado.

Parece un hombre mayor, de unos cuarenta y muchos años, lleva una bata azul y unas sandalias negras, supongo que será su padre.

-hola papá –saluda la niña antes de entrar. Su voz es dulce, me recuerda al sonido de una suave brisa un día de verano, ¿A ti no?

La puerta se ha cerrado. Vayamos a la ventana, así veremos el interior.

Es una habitación grande, un salón naranja amueblado con dos sofás blancos y dos sillones azules, una gran librería y una mesa larga con seis sillas rojas.

La niña está junto a la estantería, la mochila descansa a sus pies. Ha dejado el libro en un hueco que había, ahora parece estar buscando algo.

El hombre está leyendo en uno de los sillones, el libro es rojo y negro, el titulo está escrito en unas grandes letras plateadas. ¿Qué que pone?, no lo sé, no leo humano.

¿Te estás riendo de mí?, puede sonar raro, pero aunque entiendo su lenguaje no puedes olvidar que soy un pájaro, no sé leer, lo siento.

Dejémoslos solos un rato, ¿Qué te apetece hacer? ¿Visitar el resto de la casa? Como quieras, vamos a ver otras habitaciones.

En la planta baja hay otro cuarto más, es la cocina de color blanco y madera, no hay mucho que decir sobre ella.

En el piso superior hay dos dormitorios, uno de color cielo debe de ser el de la niña, el otro de color verde el de sus padres.

Por último la buhardilla donde encontramos un despacho gris y un telescopio antiguo.

 Es una casa muy normal, no se que ves de especial en ella.

¿Qué es suya?

¡Ay, Amor, Amor!, si no sabes ni su nombre.

Qué no te hace falta dices.

Su nombre es importante, ¿Cómo piensas llamarla sino?

¿Qué yo lo averigüe? Tú te has vuelto loco, ¿Por qué no se lo preguntas tú?

Ya, me olvidaba de que no puedes.



Llevamos todo el día dando vueltas por el pequeño pueblo de casas de piedra y madera, horas de sol y de vida, he saludado a mis amigas las cigüeñas que viven en lo alto del campanario, a las palomas de la plaza y a un periquito enjaulado.

Tú te has limitado a seguirme, ¿Por qué me sigues?, no puedo hacer nada para ayudarte.

Pero al llegar la noche tu voz me llama desde lejos. Que vaya me dices, que te acompañe de nuevo esta noche.

Sí, no te has equivocado, la niña ha vuelto a salir de casa, las estrellas la vigilan mientras acompañan a la luna en su paseo nocturno. Nosotros seguimos a nuestra propia luna por el bosque mientras los grandes árboles vigilan el camino.

La niña se para en el lago, sube en la barca y rema hacia su centro. De vez en cuando se para, mira el agua bajo ella y dibuja puntos en el libro.

¿Qué significarán? ¿Por qué lo hace?

La seguimos desde el aire, es cansado volar tan despacio, observémosla desde algún árbol.

Ahora veo mejor el lago, la barca avanza en círculos cada vez más pequeños en dirección a la redonda luna, ¿Por qué lo hará?

Solo ella lo sabe.



Los días pasan iguales, la chica viene al lago todas las noches, y tú la sigues a donde quiera que vaya.

¿Es que no  te hartas de seguirla? Parece ser que no.

Yo te vigilo no vayas a hacer alguna tontería.

La chica vive con su padre, he adivinado algunas cosas sobre ella. ¿Te interesan? ¿Si?

Su padre es astrónomo, pasa las noches en el observatorio que hay en la cima de la colina, por el día lee y a veces da largos paseos por el bosque.

Su madre murió hace unos años, la gente comenta que se la llevó una larga enfermedad.

Ella también lee mucho, le encanta la astronomía, y dibuja los mapas estelares a su padre.

¿Y su nombre?, Su nombre también lo he descubierto, me lo sopló su padre al llamarla. ¿Quieres que te lo diga? Lo siento, dejaré que lo descubras tu solo. No pongas carita de pena, no te lo pienso decir.

He ¿a donde vas?, espérame.

No, no puedes acercarte más, es muy peligroso.

¿Quieres preguntarle por su nombre?, ya lo harás otro día, pero no hoy.



Ese otro día se presenta sin darse cuenta de que está allí, sin saber que es el mayor deseo de ese que le espera y, sin conocer que ese alguien eres tú. Tú y no otro, tú cupido de la mitología en el que ya nadie cree, recuerdo del pasado que sigues existiendo con otro nombre. Se te conoce de mil maneras, cambias de identidad con el tiempo y con él también te marchitas, pero tu nombre solo es uno: Amor, loco Amor.

¿Quién hubiese pensado que el amor pudiera enamorarse? Pero tú regalador de alegría, creador de vida y de esperanza, tú del que muchos huyen y al que otros buscan, tú suspiras por conocer un nombre.

Un nombre, su nombre, el de la niña del lago, el de la hija del astrónomo, la amiga del cielo, la pintora del agua.

Si, así  la llamas porque eso es lo que según tú hace, pintar el agua nocturna en un libro.

¿Por qué te importa tanto?, ¿Qué harás cuando dentro de un rato ella aparezca por este camino que tanto llevas vigilando? ¿Cómo te acercarás a ella? ¿Qué le dirás?

Que no me preocupe me dices, que lo tienes todo bajo control y que me limite a ser un pájaro más.

Lo siento, solo me preocupo por ti, nada más, sabes que confío en ti y si me dices que todo está controlado te creo.

Pero que estoy diciendo, el loco este no puede controlar nada, seguro que algo sale mal, espero que no, no me gustaría tener que sacarte de algún lío.

Ya es la hora, ella camina despreocupada hacia nosotros.

Tú, tan travieso como inteligente le has tendido una pequeña trampa.

Ella tropieza con tu sencillo pero ingenioso manojo de palos y alguna piedra grande oculta entre ellos.

Te acercas con miedo, de repente te sientes inseguro, pero respiras hondo y le tiendes una pálida mano de un fantasma que intenta parecer ser real.

 Pero ella la rechaza y se pone en pie sin ayuda.

Tu plan inicial ha fallado, pero aún te queda otra oportunidad.

Su mochila, su más preciado tesoro, como para ti es tu nombre, ha ido a parar unos pasos más allá, fuera de su alcance, pero no te cuesta nada a ti llegar hasta ella.

La recoges y temblando un poco le tiendes la mochila.

-Que mala suerte has tenido, el camino parece traicionero-  dices con una temblorosa voz que intentas disimular con una seguridad que claramente no tienes.

-Gracias –responde ella tímidamente y te quita la mochila dispuesta a no perder más tiempo.

-Espera –la detienes y ella se gira, te presentas como es debido con un nombre falso, lógico, no podía ser de otro modo ya que el verdadero no puedes decírselo a nadie.

Ella te dice el suyo y se despide con prisa dejándote solo junto a tu trampa.

¡Qué suerte tienes!, al final todo ha salido bien.



Corre, corre, que la pierdes. Pero que digo, si sabemos de sobras a donde ha ido.

Si, ahí está, en su barca de madera sobre una luna menguante que sonríe desde el agua cristalina y clara.

Ha sido una locura, una estupidez, ¿Por qué te he dejado hacerlo?

¿Qué yo no soy nadie para decirte lo que tienes que hacer? No te comportes como un adolescente rebelde, o peor, como un niño, sabes que tienes que estar con migo, que yo estoy aquí para asegurarme de que cumples con tu trabajo.

Si, ¿Ya no te acuerdas?, no podemos quedarnos aquí más tiempo, eres Amor, tienes que seguir con tu trabajo, ¿Cuántos te esperan sin saberlo? ¿Cuántos desean que vayas a visitarles? Y tú aquí preocupándote solo por una niña que pinta el agua en un libro.

Reacciona, despierta, tienes proveído enamorarte.

¿El amor enamorado? Es una locura, pero si te quedas…, si te quedas todo saldrá mal, tendremos problemas. Si, problemas, y los tendremos los dos.

Ya tienes lo que querías, ¿Qué más quieres?, ya conoces su nombre, ahora ha llegado la hora de que nos marchemos.

Vale, está bien, haremos un trato.

Tú vienes ahora con migo y sigues con tus tareas y yo no diré nada de esto.

¿No te basta?

Está bien, y te cubriré si es necesario para que puedas venir a verla un rato todas las noches. Pero ahora tenemos que irnos.

¿Aceptas?, ¿Si?

Pues entonces nos vamos, mañana será otro día.

Blanca y Auga



Aunque las flores nazcan en primavera

En invierno nació una flor

La nieve caía sobre la hierba

Cuando Blanca el paisaje miró

La luna brillaba en el cielo

En la nieve había una flor

El agua se convirtió en hielo

Y Blanca sus ojos cerró

 Dos lágrimas cayeron al suelo

Cuando con sus dedos la flor tocó

En agua se transformaron

Los pétalos de la flor

Pero el agua no era agua

 Era sangre de dragón

Y los pétalos eran escamas

Escamas que ella quitó

La nieve ahora era lava

Y el frió era calor

Blanca ya no era Blanca

Ahora era el dragón

Oyó que alguien la llamaba

A lo lejos escuchó una voz

Blanca abrió los ojos

Y de pronto todo cambió

Estaba sentada en la nieve

Frente a ella una flor

Azules eran sus pétalos

Como las escamas del dragón

Una sombra surcó el cielo

Y otra vez la voz sonó.

-Blanca esto no es un sueño

Tú realmente viste un dragón

Azules eran sus escamas

Como los pétalos de tu flor

Auga es su nombre

Y ahora será tu dragón.

Auga aterrizó en la nieve

Esta en lava se volvió

Blanca y Auga se miraron

El frío se volvió calor

El hielo ahora era agua

Bajo los pies del dragón

Blanca subió a su lomo

Pero antes arrancó la flor

Auga miró al cielo

Sobre su nube de algodón


Dicen que en primavera nacen las flores

Pero esta en invierno nació

Cuando dos amigas se encontraron

En una nube de algodón

Blanca y Auga volaban

Por un cielo de algodón

El cielo ahora era agua

Y azul era su color

 El frío volvió a ser frío

Y la flor al suelo cayó

El agua volvió a ser hielo

Y la nube en nieve se convirtió

Blanca dormía en el suelo

Asomada a su balcón

La luna seguía en el cielo

Junto a ella había una flor

La flor que ella cogió

Arrancada del jarrón

Junto a sus dedos allí estaban

Las escamas del dragón

Su nombre era Auga

Y azul era su color

dicen que en primavera nacen las flores

Pero esta en invierno nació

Cuando dos amigas se encontraron

En una nube de algodón.










el amor y la locura



El sol salió en el paraíso y todas las virtudes y los vicios se reunieron en su centro para ver que podían hacer ese día para entretenerse.  Allí estaba la belleza, la justicia, la templanza, la fortaleza, la prudencia, la vagancia, la paciencia, la lujuria…
-Por que no jugamos al escondite –dijo la gula. A todos les pareció una idea excelente y la locura se ofreció a contar.
-Uno, dos, tres –contaba la locura- cuatro, cinco, seis….
La esperanza se escondió en el arco iris, la vagancia detrás de un árbol,  la gula en una colmena de abejas, la mentira en los vientos, no, mentira, se escondió en las montañas, la belleza se ocultó en las flores….
-…Noventa y siete, noventa y ocho, noventa y nueve y cien, voy.
La locura encontró a la pereza detrás de una roca, al valor en los volcanes, a la sabiduría en el sol, a la ira en las tormentas, a la avaricia en los mares,…
Cuando el sol empezó a ocultarse en el paraíso, solo el amor seguía escondido, ¿Dónde podía estar?, no estaba en los lagos, ni en el bosque, ni en las nubes, ni en las estrellas…
La locura buscaba y buscaba, pero el amor no aparecía.
-Esta en el rosal- se chivó la envidia celosa de que a ella la hubiera encontrado antes.
La locura fue al rosal y empezó a llamar al amor.
-Amor, Amor, sal amor –chillaba, pero el amor no se movía- sal Amor, sal que te he visto, sal que se que estás ahí.
Pero el amor no salía y la locura, desesperada, cogió un palo del suelo y comenzó a golpear el rosal.
-Sal Amor, te he pillado, sal del rosal, sal.
Tras de un rato de golpear con el palo la locura al rosal, y también al amor, le dio con él en los dos ojos dejándole ciego.
El amor salió del rosal y la locura arrepentida le dijo:
-Lo siento mucho Amor, pero como no querías salir...
-¿Y ahora cómo podré ver?- preguntó este.
-No te preocupes Amor, a partir de ahora yo seré tus ojos –Se ofreció la locura sintiéndose culpable.
Y así fue como la locura siempre va a donde va el amor.
Por eso se dice que el amor es ciego y siempre va a de la mano de la locura.