sábado, 16 de enero de 2016

Enamorados



La lluvia empaña el cristal, gotas que resbalan hasta el lejano suelo por la plana superficie.
Unos ojos del color del agua miran la lluvia caer al otro lado de la ventana.
Un suspiro empaña el cristal, suspiro de desesperación y tristeza, suspiro de soledad y dolor.
Una melodía lenta y melancólica suena de fondo.
La soledad invade el dormitorio, soledad que en silencio va invadiendo todo el cuarto hasta ser lo único en habitarlo.
 El reloj marca los segundos, eternos uno a uno se van sucediendo y el tiempo va avanzando aunque pueda parecer imposible.
Una mirada al teléfono que descansa inmóvil sobre la mesa, una mano lo toca, luego retrocede dudosa.
Otra vez lo llorosos ojos miran la calle que hay mas allá de la ventana, tan silenciosa como antes, nadie camina por la estrecha acera, los coches están quietos en sus aparcamientos y solo los árboles se mueven con el viento.
Va transcurriendo la tarde como finalizó la mañana, todo igual en cada instante, nada es distinto con cada movimiento del reloj.
Otro suspiro cae sobre el cristal.
Los ojos de agua se cierran cansados ya de esperar…
Un sonido diferente del resto acaba con la angustiante calma de la habitación.
¡Es el teléfono!
La mano rápida coge el teléfono antes de que pueda volver a sonar.
-Hola –dice una voz al otro lado.
No sabe que responder, se ha quedado sin palabras.
Finalmente un tímido hola sale de sus labios.
-¿Puedes hablar? –pregunta él.
-Si.
-Me gustaría poder hablar contigo en persona, es importante.
-Ya –susurra ella.
-¿puedes quedar?
-¿Ahora?
-Si.
-¿De verdad quieres verme?
-No te hagas de rogar, por favor.
Su corazón se ha acelerado y ella cree que se le va a salir del pecho.
-¿Donde nos podemos ver?
-¿Te paso a buscar a tu casa?
-Pues…
-Lo que tú quieras, solo era una sugerencia.
-No, no me importa que vengas, ¿Cuánto tardarías?
-Una media hora.
-Te estaré esperando.
Con mano temblorosa cuelga el teléfono.
¿Qué podría ponerse?, no puede ir de cualquier manera.
Elige una sencilla camisa verde con una mariposa plateada y debajo reza: “free as a butterfly”. Escoge de entre su armario una mini falda vaquera y unas finas medias. De calzado unas botas altas de piel marrones y de peinado se deja  el pelo suelto.
Satisfecha con su aspecto se mira en el espejo.
Antes de poder decidir si su aspecto es realmente el mejor alguien llama a la puerta.
Baja corriendo las escaleras y casi se cae por las prisas.
-Hola –saluda al abrir la puerta.
-Estas guapísima.
-No exageres, estoy a medio arreglar.
-No, estás perfecta. ¿Nos vamos?
-Si.
Cierra la puerta con llave y ambos se alejan de la casa.
Permanecen un rato en silencio sin saber bien que decir.
No muy lejos de allí hay un parque con columpios.
Ella se sienta en un columpio y él se apoya a su lado.
La lluvia les va mojando, pero no les importa.
-¿qué era eso tan importante que querías decirme? –pregunta ella.
Él enrojece y se queda sin palabras.
Ella le mira y sus miradas se cruzan un instante.
-Esto…, -comienza él- quería decirte que…
Las palabras mueren en sus labios, no sabe como decírselo, solo mirarla le deja sin palabras.
Ella suspira esperando que él hable, no quiere ser ella la primera en hablar.
-No se como decirlo –murmura él.
Ella sonríe.
-Sabes, me gustas mucho –confiesa sin mirarla- y bueno yo…
El corazón de ella se acelera y casi se cae del columpio, menos mal que él está a su lado y la sujeta para que no se caiga interrumpiendo su frase a mitad.
Ella se sienta bien de nuevo y clava sus ojos de agua en los de él sosteniéndole la mirada hasta que él desvía la suya.
 Ella sonríe.
-Tú también me gustas –susurra casi al aire, pero él la ha oído y es quien sonríe ahora.
Él coge sus manos entre las suyas y levanta la vista hacia sus hermosos ojos.
Ella intenta no bajar la vista y concentrarse en su mirada.
Ambos sonríen bajo la lluvia, pero no parece importarles.
Los segundos pasan despacio, el tiempo casi se ha detenido.
El acerca sus labios hasta rozar los de ella.
El mundo se detiene.
Hay dos enamorados en un parque abrazados en un columpio bajo la fría lluvia de un día de invierno, el tiempo se ha detenido como si de una postal se tratase, una foto en tres dimensiones.
Un beso los traslada al cielo, por encima de las blancas nubes, sellan su amor con sus labios como se cierra un trato con las manos.
Juntos, por fin juntos, y hasta que el amor se acabe no se separarán más.