viernes, 15 de diciembre de 2017

El invento de Lucas

Laura llevaba todo el día mirando ese estúpido invento.
Encima de la mesa se encontraba una cafetera de metal sin orificio para echar el café. Tenía, sin embargo, una ranura como las de las huchas, tal vez fuese una hucha, pero no veía como recuperar el dinero sin romperla. También tenía un cable que servía para conectarla a la luz, tan inútil como la ranura o la forma de cafetera.
Lucas siempre construía cosas sin sentido, pero entre todas ellas, ese invento se llevaba la palma.  Era más extraño que aquellos calcetines con tacos para jugar al fútbol sin zapatos; la escoba con control remoto para gente perezosa, pero inútil existiendo robot aspiradora; la lámpara-cinematógrafo, que en vez de dar luz mostraba una película de las fases de la luna (ese era su favorito, desde luego), etc.
Laura sabía que esos inventos nunca les harían ricos, pero a él le hacía feliz construir cosas raras y, a ella le divertía intentar descubrir para que servían.
Aquel invento era su mayor rompecabezas. Con los años Lucas había fabricado cosas cada vez más raras solo para hacerle el reto más difícil, hasta el punto que se estaba preguntando si aquello era chatarra unida al azar o realmente tenía una finalidad más allá de entretenerla.
Lucas regresó a casa  después de haber pasado la tarde en una chatarrería.
-¿Todavía sigues ahí sentada? –le preguntó asombrado por su testarudez.
Ella no dijo nada, estaba demasiado concentrada mirando hipnotizada el inentendible invento. Era más absurdo que la taza-reloj.
De repente se le ocurrió un desesperado “Y si…” y, en un último intento antes de rendirse, apretó la única parte de la cafetera que podía hacer de botón de on u off, la punta de la tapa de metal.  No pasó nada, pero, en efecto, esa parte de la cafetera era un botón.
- Está desenchufada, cariño –le recordó él colocando el cable en el enchufe.
Ella volvió a probar suerte y, esta vez, si pareció funcionar. La tapa de la supuesta cafetera se levantó dejando ver el interior de metal vacío.
Esta vez Lucas se había superado en la absurdez de sus inventos, solo a él se le podría ocurrir construir una hucha eléctrica con forma de cafetera.
-Eres un genio, amor -le dijo ella dándole un beso en la mejilla antes de dirigirse a la nevera.
Ya estaba impaciente por saber que construiría con la chatarra que acababa e comprar.  
¿Con qué  absurdo invento le sorprendería ahora?  


miércoles, 13 de diciembre de 2017

Aracne y Atenea

Aracne tejía en su tapiz
flores lilas y carmesí.
  A la orilla de un lago, Narciso estaba,
contemplando su reflejo en el agua.
Las ninfas del campo la acompañaban,
alabándola sin reparos a cada puntada.
"Hermosa Aracne, tejedora amada,
sin duda por Atenea eres alabada,
pues no creemos que un don así,
sino te lo fuese a dar a ti."
La joven las ignoraba
conocedora de su grandeza,
aunque le gustaban sus alabanzas,
prefería que lo hiciesen solo por ella.
"Oh gran diosa Atenea, yo te reto,
para al mundo demostrar
que, a ojos cerrados te venzco,
si te atreves a aceptar.
Yo a ti no te tengo miedo,
¿Tú de mí lo tendrás?"
 Al poco de su reto lanzar,
una anciana llegó hasta el lugar.
"A los dioses no insulees, jovencita,
haciendo gala de tu grosería.
Muestra un poco de modestia,
y de cortesía hacia Atenea."
Pero presa de su orgullo,
Aracne la espondió con insultos.
Atenea se descubrió entomces,
y la compeición dio comienzo. 
"A los dioses no enojes,
antes de empezar, te lo advierto."
En el tapiz de Atenea,
de envidiable belleza,
se distinguían a los dioses
con elegantes poses,
además de algunas escenas,
que lecciones eran
para esos heroes
que a ellos se enfrentan.
 El tapiz de Aracne
mostraba, sin embargo,
sus pecados de carne
siempre tan comentados.
La cólera invadió a Atenea,
¿cómo podía atreverse?
Golpeó el tapiz con fuerza,
todos lo vieron romperse.
Aracne lo tomó a mal,
era una gran ofensa.
Con su vida quiso acabar,
colgandose con una cuerda, 
y sintiendose humillada,
se decidió así ahorcar.
En una pequeña araña 
fue convertida por Atenea,
por castigo, o por pena,
y para que la lección aprendiese,
fue condenada a teger por siempre.


martes, 5 de diciembre de 2017

La vela

Una luna de color canela
se refleja bajo la vela,
sombra de la luz de la cúspide.
La llama que se consume
dibuja una media luna
dando forma a la cera
que poco a poco gotea
 y hasta el suelo se escurre,
formando una columna
del color de la canela.



sábado, 18 de noviembre de 2017

La calabaza albina

Había una vez una calabaza
Que no era de color naranja.
Todos raro la miraban
porque su piel era blanca.
Pobre calabaza albina,
con su baja autoestima,
siempre estaba deprimida,
llorando por las esquinas.
No estés triste, mi calabaza,
pues aquello que te hace distinta
puedes transformar en ventaja 
a lo largo de tu vida.

lunes, 30 de octubre de 2017

La boda


Sentada frente al tocador, la novia se maquillaba. Con una base rosada daba color a sus pálidas mejillas, un toque de rojo en los labios y negro en sus pestañas, bajo la sombra de ojos que el color de la carne imitaba.

Sus largas uñas habían sido limadas, arregladas y pintadas de rojo sangre, lucían irrealmente perfectas.  

Una peluquera peinaba los largos cabellos de la dama, ordenándolos con cuidado en una trenza castaña.

Vestía la futura esposa un vestido de blanca seda, escote de corazón, largo y voluminoso hasta cubrirle las piernas.  Una chaqueta de punto cubría sus hombros y brazos, mientras que sus pues descansaban sobre zapatos de tacón blancos.

Un fantasma parecía la hermosa novia sobre su silla, por mucho que se empeñasen en ocultar su piel blanquecina.

Mientras tanto en otro cuarto, también sometido a gran cuidado, el novio se preparaba abrochándose la corbata. Un par de ayudantes tenía que le abrocharon la camisa, peinaron sus negros cabellos y dieron color a sus mejillas.

Por fin los novios estuvieron listos y al altar trasladados, ante la expectación de los familiares allí reunidos desde hacía ya un buen rato.

El oficio dio comienzo, con el auditorio en silencio, más que boda parecía un entierro. Solo el oficiante halaba, con su discurso estudiado, cediéndole la palabra a algún pariente de vez en cuando, que leía algún texto que con la ocasión pegaba.

Por fin llegó el momento de unir a la pareja, que con consentimiento de sus familias contaba y, tras conceder permiso el oficiante, un intercambio de anillos, como acto simbólico que de la tradición es parte, por fin con la ceremonia terminaba.

 Y si el lector se pregunta: ¿por qué el clásico sí quiero se quitó del programa?, les responderé la duda, pues la respuesta es muy clara: por todos es sabido que los muertos no hablan.

martes, 17 de octubre de 2017

El zapato sin nombre

Cenicienta entró en el baile
Con su vestido blanco
Y su pose elegante.
Todos hacia ella se giraron
Aunque reconocerla no lograron.
Se echó demasiado maquillaje,
Y se había teñido el pelo,
En vez de rubio, ahora era negro.
Se suponía que no podía ir,
Como castigo por haber cortado
Los vestidos de sus hermanastras y,
Quitado los tacones a sus zapatos.
Presumía de ser ella quien limpiaba,
Pero lo cierto es que era una mimada,
Por no tocar nunca ni un paño,
Su apodo había logrado.
Desde el momento en que la vio,
El príncipe no miró a otra,
Y solo con ella bailó,
Hasta que tocaron la hora.
Las doce de la noche
Sonaron en el reloj de la torre,
Y Cenicienta corre que corre,
Desapareció en su coche.
El príncipe que la seguía,
 No logró alcanzarla,
Pero si vio la zapatilla
Que en la escalera fue abandonada.
A buscar comenzó por el reino
A la dueña del zapato,
Con el único mandato
De que le viniera perfecto.
Así llegó a casa de Cenicienta
Que fue a recibirle muy contenta,
Pero no le entraba el zapato
Porque sus pies se habían anchado
Por pasar toda la noche bailando.
El príncipe nunca encontró a la dueña
Del zapatito de cristal,
Merecida recompensa
Por su nombre no preguntar.

jueves, 28 de septiembre de 2017

Amores perdidos

La larga cabellera dorada
rodó por la pared de piedra
pero lo que menos esperaba,
era encontrarse con la vieja.
Más rápido de lo que subió,
volvió a bajar al suelo,
pero sobre espinas cayó,
quedándose ciego.
La chica de la torre
ya no se encontraba allí,
pero no sabía a donde
se había podido ir.
A buscarla dedicó su vida,
por aire, por tierra o por mar,
pues la esperanza tenía,
de volverla a encontrar.
Si ves a un príncipe ciego,
recorriendo algún camino,
es el mensajero,
de los amores perdidos.