martes, 17 de octubre de 2017

El zapato sin nombre

Cenicienta entró en el baile
Con su vestido blanco
Y su pose elegante.
Todos hacia ella se giraron
Aunque reconocerla no lograron.
Se echó demasiado maquillaje,
Y se había teñido el pelo,
En vez de rubio, ahora era negro.
Se suponía que no podía ir,
Como castigo por haber cortado
Los vestidos de sus hermanastras y,
Quitado los tacones a sus zapatos.
Presumía de ser ella quien limpiaba,
Pero lo cierto es que era una mimada,
Por no tocar nunca ni un paño,
Su apodo había logrado.
Desde el momento en que la vio,
El príncipe no miró a otra,
Y solo con ella bailó,
Hasta que tocaron la hora.
Las doce de la noche
Sonaron en el reloj de la torre,
Y Cenicienta corre que corre,
Desapareció en su coche.
El príncipe que la seguía,
 No logró alcanzarla,
Pero si vio la zapatilla
Que en la escalera fue abandonada.
A buscar comenzó por el reino
A la dueña del zapato,
Con el único mandato
De que le viniera perfecto.
Así llegó a casa de Cenicienta
Que fue a recibirle muy contenta,
Pero no le entraba el zapato
Porque sus pies se habían anchado
Por pasar toda la noche bailando.
El príncipe nunca encontró a la dueña
Del zapatito de cristal,
Merecida recompensa
Por su nombre no preguntar.

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