miércoles, 8 de marzo de 2017

Soledad



Abres los ojos, a tu alrededor nada es lo mismo, un abrumador silencio lo ha invadido todo. La luz de un amanecer de colores imposibles ilumina un horizonte de soledad. Recorres el paisaje con tu mirada, kilómetros y kilómetros de ruinas de metal y ladrillo son lo único que puedes ver.

El aire es denso y neblinoso, todo está teñido de grises y negros, solo el sol a lo lejos pinta un color diferente, única señal de que no estás en una película muda de las de blanco y negro. Pero solo ese rojo tan lejano ha sobrevivido, al igual que tú que ahora lo observas preguntándote si igual que eres el último ser vivo del planeta, ese lejano espejismo es la última gota de color que queda.

Hace frío, quizá el suelo envuelto en asfalto y baldosa no sea el mejor sitio para sentarse, pero ahí estas en lo que una vez fue el corazón del mundo.

-Tanta inteligencia, tanta tecnología, tanta capacidad de adaptación y al final no sirvió de nada –te dices a ti mismo. El sonido de tu voz rompiendo el espectral silencio hace que no te sientas tan solo.

¿Y ahora qué? No queda nada, ni agua, ni tierra, ni vida, la más absoluta soledad, por no quedar no queda más que esa débil luz que está inmóvil entre las ruinas de lo que un día fueron altos edificios que buscaban el cielo como si se tratas de mecanizados brazos terrestres. SI, en efecto, la difusa luz de ese cálido color parece congelada como si fuese más una pintura que algo real.

Nunca pensaste que echarías tanto de menos el verde de los arboles, el azul del cielo, el marrón de la tierra…, solo el rojo del fuego se burla de ti inalcanzable.

Entonces, sin pleno aviso, el pánico se apodera de ti. Tus manos te tiemblan, tu corazón se acelera, sientes que te cuesta respirar, te haces un ovillo con tu cuerpo para intentar protegerte de un peligro que no existe, tus ojos se cierran de nuevo como si eso fuese a servir de algo….

De repente escuchas un fuerte Pum que te sobresalta. Ahí está otra vez, pum, pum, pum…. 

Poco a poco sales de tu estupor y como si de un sueño se tratase lejanas voces suenan en tus oídos, ¿será que estoy en el cielo y eso que escucho son ángeles? Te preguntas para ti mismo.

Por fin deshaces tu auto abrazo y te vuelves a sentar sobre el frío asfalto, la luz del día ciega tus ojos más luminosa que nunca, pero no hace falta ver para saber que no estás solo. Dejas que alguien te ayude a levantarte.

-¿Se encuentra bien? –pregunta una voz llena de vida.

-Mejor que nunca –respondes sonriente.

-Entonces no necesita ayuda. Que tenga un buen día –se despide la voz.

-¡Espera!, no te vayas.

-No me iré, lo prometo.

Al escuchar su promesa por fin el alivio recorre tu cuerpo, ya nunca más tendrás que tener miedo a la soledad.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Cuenta la luna una historia



Cuenta la luna una historia

De tinieblas y sombras,

Al alumbrar la noche

Con su luz de plata

Y sus juegos de formas

Cuenta la luna una historia

Cada noche desde el cielo

Siempre vigilándonos

Con su sonrisa de queso

Cuenta la luna una historia

Que varía con el tiempo

Aunque parezca la misma

Desde tus ojos de sueño.






miércoles, 16 de noviembre de 2016

El gatito y el pajarito



Silencio,

Que duerme el pájaro en su nido.

Silencio,

No hagas ruido,

No despiertes al pajarito.

Pasa de puntillas,

Pasito a pasito,

Primero uno, luego el otro,

Avanzan los piececitos.

No te muevas,

No hagas ruido,

O despertarás al pajarito.

Pio, pio, pio,

Está dormidito,

Pio, pio, pio,

Pasito a pasito,

Primero uno y luego el otro,

Avanzan los piececitos,

 Dan vueltas sigilosos

Alrededor del nido,

Hay alguien vigilando

El sueño del pajarito.

¡Ay!, pobre animalito,

El gato rodea el nido,

El pajarito está solo,

Su mamá se ha ido,

Y vigilando está su sueño

El pequeño gatito

Que quiere coger al ave

Pero no llega hasta el nido,

Se está poniendo nervioso,

Porque hoy no ha comido,

Y no sabe subir al árbol

Porque es demasiado chiquito.

Silencio,

Que duerme el pájaro en su nido.

Silencio,

No hagas ruido,

No despiertes al pajarito.

lunes, 17 de octubre de 2016

El puzle

Desde hace ya casi diez años, Lucía pasa sus horas muertas completando un viejo puzle de 3640 piezas. 
Todo empezó un día, cuando aún era estudiante, en el que encontró uno de esos minúsculos fragmentos encima de una mesa de la cafetería de su facultad. Parecía estar ahí por casualidad, esperándola justo a ella. Junto a la pieza, un pedazo de cielo azul, una nota decía: "Para quien lo encuentre: ¿Aceptas el reto de construirlo entero?" Ella, intrigada, se la guardó en el monedero y escribió debajo de la pregunta un simple "Sí"
Durante los siguientes años las notas se fueron sucediendo con puntualidad diaria, sin excepción alguna. Cada una contenía una pista que le iba llevando hasta el siguiente pedazo del complejo puzle.
Con el tiempo, aquel rompecabezas de cientos de piezas, se ´fue convirtiendo en su mayor obsesión e, iba con ella a cada casa a la que se mudaba.
Ya han pasado diez años, ahora es una mujer de unos treinta años, tiene un novio que la quiere y un trabajo que le apasiona. Aun así ese puzle sigue siendo su principal inquietud. No solo desea terminarlo al fin, sino descubrir quien se esconde detrás de tan misterioso juego.
Poco a poco, conforme fue encajando las diferentes piezas, ante ella comenzó a dibujarse una fotografía. En la imagen, una adolescente sonriente miraba a la cámara con un hermoso cielo azul al fondo. 
Hoy, ahora que solo le queda por unir el último fragmento, después de 3640 días, está segura de saber quién se esconde tras el misterio, hace tiempo que lo sospecha, pero no ha querido preguntárselo para no romper la magia.
Junto a la última pieza pudo encontrar una cajita cerrada y las instrucciones de abrirla solo al completar el rompecabezas. 
Ante ella, por fin, el puzle completo, con sus 3640 piezas. 
Se aleja para contemplarlo tras depositar, con una delicadeza excesiva, el último fragmento en su lugar. Sobre la mesa se expone una vieja fotografía, su fotografía, la imagen de aquella alegre adolescente bajo ese cielo azul. En la parte inferior del puzle, donde termina la imagen, una pregunta escrita con una caligrafía que conoce muy bien, aunque ese difuminada por las divisiones de las piezas del puzle. 
-Siempre supe que llegaría este día -Comenta él tras entrar en la habitación sin ser detectado. 
Lucía se gira sin saber bien cómo reaccionar. 
Él lleva diez años, diez años preparando ese día, desde antes incluso de que empezasen a salir, desde que eran solo dos simples desconocidos que coincidieron en la misma facultad. 

-Sí -logra decir al fin- Mi respuesta es Sí. Claro que quiero casarme contigo.