martes, 12 de febrero de 2013

MI DRAGÓN-SERPIENTE



No eres un dragón

Ni tampoco una serpiente

Eres mi amiga

Aunque no seas real

Aunque seas inexistente

Vas pintada de verde

De mil verdes tú eres

Los ojos del cocodrilo, las púas del dragón

 Y las patas de la serpiente

Colmillos tienes por dientes

Y alas como aletas de tiburón

Quien pudiera ser dragón

Quien pudiese ser serpiente

Mil aventuras viviste

Porque tuviste suerte

No pudiste ser dragón

Tampoco pudiste serpiente

Temida en todo el cielo

Como depredador que eres

Más rápido que el viento

Aunque por la tierra te mueves

Todos dirán que no existe

Alguien de tu misma especie

Nadie negará que fuiste

El dragón-serpiente.



Para mi dragón-serpiente de peluche

lunes, 4 de febrero de 2013

El cuento de los dos gibosos



Era se una vez dos gibosos, uno era generoso y bueno y le gustaba ayudar, el otro era envidioso, vago y egoísta.
Un día el primero se encontró con una anciana que transportaba unas pesadas bolsas llenas de comida.
-Deja que te ayude –se ofreció él.
Acompaño a la anciana hasta su casa cargando con las pesadas bolsas.
-Muchas gracias –le dijo ella cuando llegaron –como has sido tan bueno te haré un regalo. Dime los días de la semana-

-Lunes martes y miércoles tres,
Jueves viernes y sábado seis,
Y con el Domingo siete.
-deja tu giba y vete.
Y el giboso se fue sin su giba, pero cuando vio al otro giboso este segundo le preguntó:
-¿Donde está tu giba?
El primero le contó lo sucedido y le indicó como encontrarla.
El giboso envidioso fue a ver a la anciana que estaba comprando la cena.
-¿Tú eres la anciana que le quitó la joroba a el otro giboso?
-Si, soy yo.
-¿y podrías quitármela a mí también?
-Pero antes, ¿me ayudas con la compra?, pesa mucho y tengo que llevarla a casa.
Él aceptó pero esta en esta ocasión fue ella quien cargó con las bolsas.
-Y ahora quiero que me quites mi joroba.
-Muy bien, dime los días de la semana.
-Lunes martes y miércoles tres,
Jueves viernes y sábado seis,
Y con el Domingo ocho.
-coge la giba de ese otro.
Y el giboso se fue con dos gibas por envidioso.
COLORÏN; COLORADO; ESTE CUENTO SE HA ACABADO; Y DEL TEJADO AL COSO QUIEN NO LEBANTE EL DEDO GIBOSO.

viernes, 1 de febrero de 2013

La estrella y la luna



Estrella- Luna, lunita, luna
¿Por qué eres tan bonita?
Me gustaría ser como tú.
Luna -Estrella, estrella, estrellita
Lunas en el cielo solo hay una
Estrella -Pero miles de estrellas hay.
Hay luna, lunita, luna
Todos por la noche te buscan
Y preguntan si no te ven
¿Dónde estará la luna?
¿Por qué no salió esta vez?
Luna - Estrella, estrella, estrellita
No me gusta que no me miren,
Pobre presumida de mí,
Pero la próxima noche me he de ir
Así que a lo mejor descubren
Que tú estás ahí.
A la noche siguiente
 Sola la estrella estaba
Acompañada como siempre
Por todas sus hermanas
Pero nadie la pudo ver
Era una entre más de cien.
¿Dónde estará la luna?
¿La luna no sale hoy?
Estrella -hoy no puede venir la luna
Y en su lugar salgo yo.
Cuando a la noche siguiente
La luna regresó
Muy amablemente
A su amiga la estrella preguntó
Luna -  ¿Alguien ayer te vio?
Estrella -No, luna, lunita, luna
En mí nadie se fijó
Pero yo quiero que me miren,
No ser una entre un millón.
Luna -Tu deseo puede cumplirse,
Si lo que quieres es que te miren
Todos te van a buscar,
Porque de todos serás guía
Y al norte señalarás,
Y cuando por la noche se pierdan
Buscarán a esa estrella
Que les devuelva a la vía
Estrella, estrella, estrellita,
Que habían dejado atrás.
¿Eso es lo que te gustaría?
Estrella -Gracias luna, lunita, luna
Por compartir el cielo con migo
Y todas las noches saldré
Para marcar el camino
Aunque tú aquí no estés.

La muerte



Negro, negro noche, negro oscuridad, negro nada.
Negro, ese es el color, ese y no otro, solo negro.
Negro no significa vacío. Las ventanas cerradas, igual que la puerta, una cuna de vieja madera y una oscura alfombra.
En la cuna duerme una niña bajo sabanas de descuidada seda, sus ojos están cerrados, su respiración es lenta y tranquila, pero a penas se escucha en el silencio de otro mundo que reina en el cuarto.
El sonido de las campanas se cuela por las paredes de piedra, –din, din, din- dan las doce en el reloj de la torre.
El silencio es roto por una tos seca y un llanto.
La niña llora y agita sus delicadas manitas en el aire, la tos dificulta su tarea.
Una sombra se escurre en el cuarto. No ha abierto la ventana, ni tampoco la puerta, pero ha entrado  y se mueve sin hacer ruido hacia la cuna.
Con su traje de oscuridad la sombra se inclina sobre la cuna y coge a la niña entre sus delgadas y pálidas manos.
Todo vuelve a ser silencio, la sombra se ha ido con una niña entre sus manos.
Un llanto rompe la noche, pero no es la niña quien llora.
No es infantil ni cansado, sino maduro y lleno de dolor.
Hay una mujer junto a la cuna, sostiene una niña en sus brazos. Las lágrimas corren por sus mejillas.

Está llorando.