Como a todo el mundo llega
El momento de la despedida,
Los blancos huesos de piedra,
El rostro de calavera,
Las delgadas manos frías,
Los delicados tobillos,
Su capa de negra tela,
La guadaña la seguía
Dando pequeños saltitos.
Va la muerte tan tranquila
De puerta en puerta llamando,
Ya cansada y aburrida
Por el peso de los años.
Sus pies descalzos el suelo pisan
Como un fantasma en la noche fría,
Sin hacer ruido avanzan andando,
Pero con prisa y sin descanso,
Recoge las almas perdidas
Que el mundo abandonaron,
Y por el camino las guía,
Hasta el eterno descanso.
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