jueves, 17 de marzo de 2016

Eternidad

Hacía tiempo que el frío y el calor habían dejado de existir para ella.
La habitación estaba vacía, en realidad ya no necesitaba los muebles.
Fuera, las telarañas y el polvo se habían apoderado de la descuidada vivienda.
Si alguien le preguntase, le costaría reconocer que echaba de menos el sol, salir a la calle, un paseo por el campo o, simplemente, sentarse en el porche y dejar pasar las horas. Extrañaba la compañía de un amigo con quien conversar de cualquier tema irrelevante.
Sumida en su depresión, ya había olvidado cuanto tiempo llevaba así. Solo la luz que se colaba por las viejas cortinas señalaba el paso de los días.
-Prometo amarte por toda la eternidad, ni siquiera la muerte podrá separarnos. –le había prometido él.
La eternidad es demasiado tiempo para pasarla sola
Finalmente, él la había abandonado a pesar de todo lo que habían pasado juntos.
A la hora de la verdad, cuando llegó el momento de cumplir su promesa, se había ido dejándola sola. Se había marchado y no volvería nunca. No quería aceptarlo, aunque lo sabía, pero se negaba a reconocerlo.
El día que murió fue uno de los más felices de su existencia.
Él había abandonado el mundo de los vivos primero y, tenía la certeza de que se reencontrarían cuando ella también lo abandonase.
Pero no fue así.
Ser un fantasma era una condena demasiado injusta cuando no era ella quien había incumplido el pacto.
Debería ser él quien lo pagase.

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