En un país imposible,
En una ciudad improbable,
En un tiempo inexistente,
Vivía una valiente muchacha
Que no temía a la muerte.
Cabello negro azabache,
Labios rojos cual carmín,
Y su mirada tan intensa
Que a la misma parca hacía huir.
Quisiese el destino traidor,
Que nuestra vida rige,
Bendecir a la doncella
Con la condena del amor.
Un muchacho de buen porte,
Fortuna y gran corazón,
Con fama de tener prendada
A la mitad de la nación,
Llego a la ciudad un día,
De paso estaba, nada más,
Y atravesando sus calles,
La muchacha se fue a encontrar.
Junto a la fuente de la plaza
Su caballo fue a llevar,
Para que agua bebiese
Y mientras él descansar.
La joven allí sentada
Del fondo de la fuente
El cántaro lleno de agua
Recogía con gesto inocente.
Él se fijo en la dama,
Hermosa le pareció
Y con la escusa del agua
Inició la conversación.
Ella quedó embrujada
Por el hechizo del amor
Pero él no podía amarla
Porque su corazón ya entregó
A una princesa lejana
Que hace años conoció.
Con gran dolor en el alma
su correspondencia le negó,
sin saber que rechazaba
A la princesa que él amó.