Siempre nos ha gustado
La historia de ese gato
Que, con sus botas y un saco,
Convirtió a un simple muchacho
En el dueño de un marquesado,
Y de ahí, por matrimonio,
Logró alcanzar el trono.
Pero, lo que realmente pasó,
Fue que al rey como loco se le
declaró
Porque con el gato tenía
conversación.
“Los gatos no hablan”,
Le decían al monarca,
“Está usted como una cabra,
No hay marqués que valga”.
El gato era de la princesa,
Quien conocía la demencia
Que su padre sufría,
Pues hablaba cada día
Con el sol y las estrellas,
Y hasta con las piedras
A las que nombres ponía.
El marqués era realmente
De la joven, el amante,
Quien, como no era nadie,
Resultaba más conveniente
Primero al rey engañarle
Antes de presentarle
Y poder así convencerle
De que les dejase casarse.
Así la princesa fue reina
Antes de cumplir la veintena,
Y su padre encerrado
En un hospital psiquiátrico.
La boda tuvo lugar
Después de un ciclo lunar,
Con un lugar especial
Para el gato en el altar
Por su papel esencial
Para ejecutar su plan
De al rey derrocar
Y en su lugar gobernar
Y juntos al fin estar.
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