Había una vez una calabaza
Que no era de color naranja.
Todos raro la miraban
porque su piel era blanca.
Pobre calabaza albina,
con su baja autoestima,
siempre estaba deprimida,
llorando por las esquinas.
No estés triste, mi calabaza,
pues aquello que te hace distinta
puedes transformar en ventaja
a lo largo de tu vida.